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Los 7 pecados capitales de las Smart Cities

La ciudad es para los ciudadanos. O debería. Muchas veces no tenemos claro el origen las iniciativas Smart que se pueden ejecutar en las ciudades, sin embargo hay que reconocer que apenas estamos comenzando a ver las posibilidades y oportunidades que se aproximan con las Smart Cities. Además como todo en la actualidad, pasa tan rápido que aún no sabemos cómo manejar los cambios y tendencias que llegan continuamente.

No todo es color de rosa y como siempre es bueno ver cada cosa con diferentes lentes, hoy quisiera hablar de las desventajas que al menos hasta ahora se han visto en la ejecución de las iniciativas de Smart Cities. Valga la aclaración que por cada desventaja o pecado hay cien oportunidades, y que éste artículo no se escribió para ser pesimistas al respecto si no para repensar la forma en que estamos transformando las ciudades con ayuda de la tecnología.

Los 7 pecados capitales de las Smart Cities

1. No involucran a los ciudadanos, o no tienen al ciudadano como actor central.

El ciudadano de a pie aún piensa que una Ciudad Inteligente es un asunto manejado por unas cuantas empresas tecnológicas. No es de extrañar porque son las primeras interesadas por obvias razones pero en muchos casos éstas llegan directamente a dialogar con los gobiernos y se olvidan de proporcionar herramientas al ciudadano, no sólo participativas si no colaborativas (no necesariamente significan lo mismo) para que se encuentre en un papel central – y no sólo como un tema tocado para cumplir formalidades – si no para que también pueda ser capaz de aportar soluciones a problemas públicos.

Los datos abiertos sin valor, sin capacidad que el ciudadano los pueda transformar o compartir no tienen sentido.

La colaboración abre las posibilidades hacia una gobernabilidad democrática e infinitas oportunidades de interacción entre ciudadanos, empresarios, academia y gobierno, dando origen a movimientos ciudadanos y nuevas dinámicas en red de inteligencia colectiva.

Participación Ciudadana sin Colaboración es formalidad.

2. Segregación por Brecha digital

Desde luego el gobierno ejecuta proyectos que involucran a toda la población de una ciudad, pero esa sigue siendo una perspectiva Top-Down.

Tomemos como ejemplo un sistema de monitoreo ambiental en donde los ciudadanos puedan reportar incidencias. ¿Qué tipo de ciudadano lo reportaría? Esto podría implicar que las poblaciones más vulnerables a falta de un smartphone se quedan desconectados de los planes que se están realizando y no olvidemos que es allí a menudo en donde se dan ideas y proyectos innovadores, clave para dar solución a los problemas que nos rodean. Si algo ha quedado demostrado es que el ciudadano quiere estar cada vez más informado, es más exigente y quiere estar más involucrado con la gestión pública.

Además, si bien los límites geográficos se diluyen en un ambiente virtual, por lo general las iniciativas de Smart Cities toman en cuenta la ciudad como un objeto exento de las dinámicas rurales o territoriales que lo rodean (a veces hasta tienen más alianzas con una ciudad a miles de kilómetros que su vecina) y que la influencia tecnológica en estas áreas es mucho menor que en la ciudad. Desde luego sabemos que ha venido – y seguirá – disminuyendo, pero mientras tanto, estos futuros nativos digitales deberán saber los derechos que tiene como ciudadano/a y asumir el mismo papel activo y transformador de políticas territoriales que los citadinos, aportando nuevas perspectivas del problema. Además, teniendo en cuenta que el 70% de la población mundial vivirá en ciudades para el 2050 y que a menudo la población rural llega a los sectores más vulnerables del conglomerado urbano, con mayor razón debieran estar todos involucrados para que el desarrollo urbano sea un desarrollo ambiental y económicamente sostenible.

Por otro lado, debe considerarse la incursión de las TIC en poblaciones vulnerables es útil cuando los servicios básicos de esta comunidad ya están cubiertos. Saber programar jamás quitará el hambre, ni llevar laptops a escuelas sin luz no tiene sentido.

3. Dependencia tecnológica y pérdida de la privacidad.

Parte de las alianzas con grandes empresas pueden ir detrás de intereses económicos, como incluir jugosos contratos para usar software y hardware privativo con las restricciones que esto implica (imposibilidad de modificarlo, compartirlo, mejorarlo, etc), por tanto, estaría en contravía de los ideales de una ciudad accesible e inclusiva para todos/as, y al mismo tiempo no podría ser colaborativa ni podría implementarse una política completa de Gobierno Abierto.

Inseguridad

Las ciudades podrían contar con sistemas cada vez más vulnerables a ataques en diferentes escalas (a escalas macro como las redes de servicios, o a escalas micro como el Internet de las Cosas). Podría convertirse en un problema masivo contando con la pérdida de la privacidad y uso de datos personales pero ¿bajo qué condiciones se usan? ¿cómo, para quién, para qué y bajo qué condiciones? ¿El ciudadano asume un papel pasivo o activo?. ¿La ciudad nos protege o nos espía? ¿La ciudad es aliada o enemiga? Vendría bien preguntarnos, ¿estamos solucionando problemas con la tecnología o estamos creando un problema?

4. Falta de continuidad en los programas.

Si bien este no es un problema nuevo ni exclusivamente ligado a las Smart Cities, no sería extraño encontrarnos con que el cambio de un gobierno a otro afecte el desarrollo de este tipo de proyectos.

Los intereses “tecnológicos” de un alcalde a otro podrían variar, y mientras el primero puede mostrarse interesado en ello el próximo podría no ser su principal prioridad.

5. Falta de integración con políticas públicas.

Las políticas de Smart Cities deben estar ligadas a un plan de ordenamiento de la ciudad, como el mismo plan debe contemplar el uso de la tecnología como herramienta para solucionar problemas urbanos (y que sea propio de cada ciudad con sus singularidades, no como un copy-paste de otras). Como ya sabemos, la sostenibilidad ambiental es uno de los pilares de las Smart Cities y ya se ha explorado bastante en materia de monitorización de recursos, infraestructura inteligente, eficiencia energética, granjas urbanas, entre otros, pero si no están ligadas a un plan de ciudad pueden llegar a ser proyectos sin impacto, que no aportan una solución concreta, o proyectos totalmente desconectados con la ciudadanía. Este desligue es perjudicial para la ciudad.

Apenas estamos comenzando a hablar de estándares Smart, pero todavía nos falta mucho camino por recorrer. No por un edificio tener 1 millón de sensores va a ser ambientalmente sostenible, como tener 100 aplicaciones que nos digan dónde hay basureros nos hace más conscientes de reciclar. Si todavía no sabemos cómo hacer un uso correcto de los recursos naturales, ¿el uso de sensores e información actualizada en nuestro móvil nos va a concientizar de ello? Puede que si, pero si va de la mano de políticas de educación y cultura ciudadana.

Por otro lado, ya está demostrado que la  influencia de la tecnología en los planes de ordenamiento puede mejorar la transparencia reforzando el componente de participación ciudadana mejorándolo sustancialmente, teniendo en cuenta el punto 1.

6. Monopolización de la información: lucha por el control económico y político.

La importancia del uso de las TIC ya es un tema obligado en las agendas de cada plan de gobierno. Pero tomando el caso de un país como Colombia, en donde el cubrimiento de servicios básicos no está garantizada, muchas veces los candidatos aprovechan el tema para hacer campaña política y prometen ofrecer prestación de estos servicios, educación y políticas sociales cuando por ley una obligación. El tema de Smart Cities muchas veces se nos presenta como la promesa de un futuro perfecto convertido en campaña política.

Esto también se relaciona con el punto 3 de Dependencia Tecnológica, en donde ya sabemos de casos de espionaje político y alianzas de grandes empresas tecnológicas para captura de datos, además de prohibiciones de uso de redes sociales.

7. Soluciones individuales desconectadas entre sí: falta de visión integral del problema y de integración multidisciplinar.

Como decía al principio, a menudo las propuestas de Smart Cities provienen de empresas tecnológicas y no es que sea negativo, sin embargo sí es necesario que 1) dentro de estos equipos se encuentren equipos multidisciplinares que aporten una visión integral del problema afrontado y 2)  salgan de sus edificios y dialoguen con la ciudadanía para formar equipos con visión de ciudad, bajo un modelo horizontal, y sobre todo con una enorme conciencia ciudadana y genuina empatía con el ciudadano.

Para terminar…

Seguro nos encontramos con muchos más pecados, pero vale la pena reflexionar y saber a lo que nos estamos enfrentando desde ahora para actuar proactivamente y no crear un problema en lugar de dar soluciones.